Cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, temas como la brecha salarial y la violencia de género nos recuerdan que la búsqueda de la igualdad está lejos de llegar a su fin.

En el rincón más profundo de la historia hay un capítulo especial reservado para las mujeres: protagonistas de una narrativa llena de coraje, determinación y empoderamiento. El Día Internacional de la Mujer, más que a celebrar, nos invita a apreciar y a reflexionar sobre el legado dejado por aquellas que lograron moldear el mundo gracias a su ardua labor y espíritu indomable.
Como el alba que sigue a la noche más oscura, el origen del Día internacional de la Mujer se remonta a momentos tumultuosos de lucha y resistencia. Surgido en la estela de movimientos sufragistas y huelgas obreras, este día simboliza un clamor de justicia y solidaridad que continúa resonando a través de las generaciones, pero ¿será nuestra realidad actual el amanecer que tanto anhelamos?
Huellas de resistencia
Pese a que, con todas aquellas amargas luchas, miles de mujeres valientes han escrito páginas doradas en nuestra historia, alrededor de todo el mundo aún hay sombras que empañan el terreno de la igualdad. Temas como la brecha salarial y la violencia de género nos recuerdan que la lucha por la equidad sigue siendo tan imperativa, como lo fue hace ya tantas décadas.
En Colombia, a pesar de los esfuerzos legislativos y las políticas implementadas para promover la igualdad de género y proteger los derechos de las mujeres, la realidad muestra un panorama desalentador. Durante el pasado año, entre los meses de enero y septiembre, se registraron 410 casos de feminicidios. Esta alarmante cifra revela que, en el transcurso del 2023, más de dos mujeres perdieron la vida violentamente cada día.

En el ámbito laboral, aunque más de la mitad de la población colombiana en edad de trabajar son mujeres, solo el 48% de ellas estaban empleadas el año pasado, en comparación con el 74% de los hombres.
Estas disparidades muestran que las mujeres enfrentan desafíos significativos, desde menos oportunidades de empleo hasta la carga desproporcionada de responsabilidades no remuneradas, dedicando en promedio 22 horas semanales más a tareas como el cuidado de niños y las labores domésticas, mientras que los hombres dedican 23 horas semanales más a actividades laborales remuneradas.
Todas estas injusticias persisten como un recordatorio de que la búsqueda de la igualdad está lejos de llegar a su fin; más bien, se presenta como un camino empinado del cual aún nos queda un largo trecho que debemos recorrer con determinación y solidaridad. Por el momento, esta realidad que enfrentamos hoy nos deja poco que celebrar, mucho por qué luchar.

